La catarata es una alteración, yo no la llamaría enfermedad porque es algo tan natural que ocurrirá en el 100% de las personas, en la que la lente que tenemos en el interior del ojo, el cristalino, pierde su transparencia.

La cirugía de la catarata ha tenido una impresionante evolución en los últimos años, pasando de ser una operación de “personas mayores”, que tenían que esperar a que su catarata madurara, a ser una intervención que se realiza de rutina con objetivos meramente refractivos, es decir para eliminar o reducir la dependencia de las gafas. Yo soy partidario de cambiar la terminología de catarata por la de disfunción del cristalino, porque ahora mismo es el motivo principal de queja de los pacientes y porque el rango entre transparencia absoluta y opacidad total es demasiado amplio y subjetivo como para ser un criterio diagnóstico.

Como ya he dicho, el cristalino es una lente con una potencia en dioptrías y, si se quita, debe ser sustituido por otra lente, en este caso artificial.  Hasta hace poco más de 25 años, la única alternativa que existía era la gafa afáquica (sin cristalino), la famosa gafa de “culo de vaso”, de aproximadamente 14-15 dioptrías, o las lentes de contacto, de mala calidad en aquella época y de difícil manejo para los pacientes de determinada edad. Esto tenía unas consecuencias muy evidentes: en primer lugar sólo se operaban cataratas muy avanzadas, cuando el paciente estaba casi ciego, porque la calidad de visión a través de un cristal tan grueso era muy mala, obviando los factores estéticos y, en segundo lugar, si la persona no tenía catarata en ambos  ojos, no era candidata a la operación, al no poder llevar graduaciones tan diferentes en los dos ojos.

Todo esto cambia con la llegada de las lentes intraoculares.  Un oftalmólogo inglés, Ridley, se da cuenta de que los pilotos de la RAF con heridas en los ojos por el material acrílico de las cabinas de los aviones, no tenían síntomas de rechazo, y se le ocurre utilizar este material en las intervenciones de cataratas.

Al principio, se sustituía todo el cristalino por una lente que iba colocada delante del iris, lentes  de cámara anterior.

Posteriormente, se introdujo la cirugía extracapsular que consiste en abrir un ojal en la cápsula que recubre el cristalino, vaciar su contenido, y aprovechar este saco capsular como receptáculo para la lente.

En la actualidad, tenemos lentes de diversos materiales, pero son en su inmensa mayoría de una flexibilidad tal que permiten ser implantadas a través de incisiones inferiores a los 2 mm.

Cuando se planifica la cirugía de la catarata, uno de los pasos más importantes es el cálculo de la potencia de la lente que vamos a implantar. Con esta lente intentamos, además de compensar la potencia del cristalino que vamos a extraer, corregir los defectos previos de graduación que presenta el paciente. Para ello disponemos de unos instrumentos denominados biómetros, en nuestro caso la última generación IOL MASTER 500, que hacen unas mediciones de la longitud del ojo y la potencia de la córnea, que nos ayudan a la selección de la lente.

He dicho nos ayudan, porque esto es lo que hacen. El cálculo de la lente adecuada es un proceso complicado al que en el IOB dedicamos mucho tiempo. Hay muchos factores a tener en cuenta en esta selección, ya que hay fórmulas para ojos largos, ojos cortos, córneas planas o curvas, cristalinos de diferentes grosores, ojos operados previamente de miopía, etc. Además de esto, el constante análisis de los resultados que se obtienen, sobre todo cuando se realiza un número importante de cirugías es imprescindible para una optimización de las lentes a implantar.

Lamentablemente, no existe una certeza absoluta del resultado aunque generalmente son muy buenos. En primer lugar, la situación de la lente dentro del saco capsular puede variar de un caso a otro, pero quizá uno de los factores más determinantes es que las casas comerciales nos suministran las lentes con potencias escalonadas de 0.50 en 0.50 dioptrías, y además los standards de calidad de las casas que fabrican las lentes tienen una tolerancia de 0.25 dioptrías, por lo que los oftalmólogos partimos de un importante hándicap que nos impide garantizar el deseado cero absoluto tras las intervenciones.

En próximas entradas, analizaremos diferentes tipos de lentes, ya que lograr la independencia de las gafas para lejos y cerca es posible en la mayoría de las ocasiones, si no hay patologías asociadas, y ofrece una mejoría sustancial en la calidad de vida de las personas.